23 enero 2011

12000


Es el precio diario en euros que nuestros representantes territoriales han puesto a la posibilidad de entenderse con sus colegas de aquellas comunidades autónomas en las que el castellano es lengua cooficial. Es curioso que el 00 signifique en el argot lotero la muerte. Curiosa coincidencia no exenta de valor poético. La representación democrática agoniza de sentido común –lo que como mínimo se le exige a un representante del pueblo-, para crecer en sentido oligárquico, sentido de casta de aquellos que se creen diferentes porque hace tiempo consideraron lo público su negocio privado. Hace poco ya nos daban otro aviso más vergonzoso si cabe: ellos defendían, porque eran distintos, poder jubilarse a los sesenta y cinco, al tiempo que pretendían persuadirnos de que en virtud del interés público y del futuro de la organización de la solidaridad, el resto de los currantes nos jubilemos a los sesenta y siete. La desvergüenza no tiene ya tapujos. No se trata de delito, no. No se apropian indebidamente de nada material, pero sí pretenden capitalizar el sentido de lo público con su interpretación oligárquica de los derechos sociales. Me preocupa, como a muchos, que ocurra aquí y ahora. Pero me preocupa más entender cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Cómo en tan sólo treinta y cinco años hemos perdido el espíritu de nuestra transición: aquel que presidió la lucha contra la peor oligarquía de nuestra historia reciente? ¿Cómo hemos perdido ese olfato para detectar el interés privado detrás del discurso del interés público? ¿Será porque hemos confiado a otros lo que debemos cuidar por nosotros mismos: el valor de nuestro trabajo y el sentido de nuestro destino? 

14 enero 2011

Cine y resistencia


No recuerdo haberme emocionado tanto con una película. Quizá la edad me hace de lágrima fácil. Me consuela que la gente de mi alrededor me dejara esa noche sin pañuelos. Y es que el cine tiene el poder de desarmarte por muy pertrechado que vayas de defensas. Es uno de los más potentes catalizadores de las emociones. No deja nada en su sitio. Es tan adictivo como la lectura. Se te pegan las lentejas, se te hierve el café, te abandona tu pareja, pero tú sigues leyendo, o desapareciendo para perderte en la cartelera.
También la lluvia de Icíar Bollaín me tiene aun trastornado. Su manera de hacernos imaginar el daño que produjo sobre algunas poblaciones indígenas americanas y sobre el pueblo bolivariano el deseo de dominación, la ambición de imperio del dogma religioso y del dinero, te pone de golpe en medio de la barbarie; sintiéndola en la piel, calándote hasta comprender que sólo resistiéndose a ella, allá donde se materialice, puede devolverles la dignidad a aquellos que sin saberlo abrieron vías para un mundo más humano, menos malo. ¡Claro que esto es apenas un comentario! ¡Nada comparable con la experiencia de verla!

12 enero 2011

La posibilidad de salvarnos

Escribo bastante lejos de las áreas calientes. Nada más fácil cuando, según la estadística, la vida no corre peligro. Claro que si aplicamos la también fácil “razón” de que el terror no conoce fronteras, podemos vernos de golpe solidarios “a distancia” de aquellos que han sido golpeados por las balas o la metralla. ¿Podremos ir alguna vez más allá de un “simbólico y resignado” ponerse en lugar del otro? ¿Era esto lo que la democracia moderna nos tenía reservado? ¿No consistirá la salvación de los hombres en evitar que la democracia engulla el dolor de aquellos que no eligieron sacrificarse? Mi amigo Tomás Valladolid ha defendido la tesis, nada políticamente correcta, de la presencia en las aulas no sólo de testimonios de las víctimas, sino de terroristas arrepentidos. Así podríamos evitar entre los jóvenes el arraigo del terror y de los terroristas como mitos que sólo invoquen para su destrucción una violencia mayor. Estoy con él.

02 enero 2011

Darse a la invención


Soy poco creyente. Es decir nada. Verdad es que no me he visto al borde de la muerte donde al parecer las más firmes creencias suelen tambalearse. Cuentan que el temor a convertirse en polvo, que debe ser lo más cercano a la nada, empuja a los moribundos a entonar en esta parte de occidente el “yo pecador”. Pero estas fechas hablan de natalicios no de entierros. Es inevitable darse a la invención de que nos nazca un mejor año, semestre, trimestre, semana… no sé, pierdo las cuentas. Precisamente lo que nunca he conseguido cuadrar porque se me ha hecho imposible comprender la forma de los sucesos y la velocidad a la que se precipitan. Los más evidentes, claro, los económicos. ¿Será porque están hechos de la volátil mezcla de ilusión –poseer todo, incluida la vida eterna- y pasión: alcanzarlo a cualquier precio, incluida la autodestrucción?