¿No os da
la impresión de que nos habita un temor apenas sensible, apenas consciente, pero
morboso: el miedo al fracaso?
¿No hace la naturaleza por la juventud lo que ya
no puede hacer por nosotros? ¿No será eso lo que siempre hemos querido, el artificio
que buscamos para seguir vivos? ¿No es ésta la herida que inflige a la
humanidad el deseo de desvelar todos los secretos? ¿No es esa la brecha que
abre en nosotros la imprevista expropiación moderna del sentido de la vida
humana? ¿No es esto lo que nunca deberían sentir nuestros hijos?
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